miércoles, 16 de diciembre de 2009

La elocuencia de la valentía y la vigencia cobardía

De los relatos de Marcial Varela (obrero de la imagen, 1966-2008)

“Tal vez es de nacimiento y es por ello que ando por allí pidiendo eternamente disculpas, aceptando errores,
haciéndome cargo de mis actos.
Voy siempre saliendo y andando digamos, con rumbo desconocido.
Cerrando la puerta tras de mi, silbando bajo.
El tiempo me está convirtiendo en esa especie de hombre que sin traicionar a nadie, tras de nada ni de nadie
se esconde y al que le cuesta llegar a un acuerdo.
Claro está, soy yo y mi circunstancia ya que no tengo reembolso ni seguro.
Es probable que la muerte me encuentre a la intemperie y con las botas puestas
Pero también es probable que avance hacia el patíbulo con una sonrisa que, aunque pequeña,
sea solidaria ante un temor incierto e inapelable del devenir.
Me han dicho que soy valiente a coro, pero a la hora de pagar el vino el dinero lo puse yo
y me ví tan solo que me invité
a otra copa para hacerme compañía...

…Más no puedo evitar el choque, la ruptura y el singular desgaste que los actos
de quienes apelando a la valentía, hacen de ella una imagen retórica para ocultarse agazapados,
muertos de miedo y a la espera de no ser descubiertos. Y, en caso de verse amenazados desdicen sus dichos,
olvidan su palabra, tuercen y fuerzan su discurso.
Digamos pues que renuncian a sus convicciones para obtener beneficios y limosnas
que el amo de turno les otorga momentáneamente.
Es que la cobardía es segura. Pacífica. Y brinda un aire de tranquilidad pero sólo hasta
que la parsimonia es sometida a nueva inquisición que obliga a resguardar al cobarde para que pueda
seguir con vida so pretextos que sirven para mitigar la conciencia mellada que no
lo dejará en paz en sus ratos de soledad.
Es por eso que el cobarde no puede estar solo y necesita sentirse rodeado y custodiado aun en sus sueños…

…Es fácil hacer un juicio acerca de mi persona y de mis procederes, pero no es faena
sencilla involucrarse y entender.
Es más claro justificar al cobarde que siempre tiene una respuesta a todo, que
los hijos, que la vida, que la ciática, que mamá…
Que detenerse a preguntarme por qué siempre digo NO.

La cobardía se paga en cuotas eternas, la valentía no tiene precio

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