miércoles, 1 de julio de 2009

Por la borrachera

Dentro de la habitación. Se sumergieron en la espesura. Tras pasar unos minutos, surgieron, transpirando y jadeando, entre las piezas del ajedrez. La torre rompió en un gesto y extasiada, entre el caballo y la reina, parió un peón negro. Inválido el peón, fue corrido un casillero y degollado en manos de un alemán, de piel tersa y suave. Umma, drums, tambores y relámpagos. Una luz atraviesa el cuadrado perfecto que, extendiéndose en otro plano, entraba y dejaba salir inmensidad de luz. El murmullo, el ruido, la partida. La partida comenzó. Giran la cabeza y vueltas, y vueltas, y la torre sostiene tus oídos: una pieza ambulante. Déjenla salir. Una mano tropieza y el hilo que los sujetaba a ambos, los dejó caer fuera del jardín, mientras el otro movía... mientras la materia fuera de ellos los sospechaba. Ingresar a su debido tiempo, por favor- dijo el mozo que levantó las copas desahogándose. Afuera, los arquitectos levantaban un cubo salido de una construcción. Una simple idea que acabó siendo la misma para todos, la idea del cubo. La noticia aparecerá en el diario del domingo, dentro de 30 siglos. La tinta será de acero y la materia volátil, los ojos entenderán fundidos a las cosas, mientras que los emisarios estarán tan lejos como ellos dos lo están, aquí mismo, frente a frente, un trecho de perpetua distancia. Agitando la mano se parte el cristal de la copa, y torciendo la lengua se aparta al indeseable. Movimientos arquitectónicos, mesiánicos. Último movimiento. ¿Qué movimiento hacer? Caudales de puntos, líneas, relaciones, conglomerados. ¿Qué movimiento hacer? Apoyó el vaso, miró al mozo y dijo: Me retiro del lugar.


Por fuera como por dentro se corroe algo, siempre. No solo la acción del viento, del agua, forma curvas misteriosas, curvas guiadas por la voluntad de “gravedad”. La gravedad, sólo la intensa gravedad que no se cansa de actuar, puede y pudo, desde el principio moverme de la silla, hacerme parir un día más. La gravedad de levantarse, abrir los ojos y sobrellevar el milagro, el de conocer cada partícula unida, cada partícula que obedece; hablando con ellas, persiguiéndolas como la cometa sin excusa me detengo a juzgarlas y ninguna se atreve a juzgarnos, nos obedecen, desde nosotros mismos. No podemos volvernos contra ellas. Si el terciopelo no brillara, encontraríamos una pizca de opacidad en voluntad, que erosiona incesantemente nuestra estatura. Nos deja en ridículo como los patéticos. Observando a la naturaleza, obsequiándole un ciclo de tiempo, mitigándole su condición, me aferro cada vez más a sus raíces, queriendo dejarlas pero moviéndolas del agua clara. Atravesándola la hice parir miles de veces, en vano. Entramos en ella, vestidos de negro, siempre visitantes. Nunca dueños. Nos vamos de blanco, como un reflejo que solo invertía un plano que de otra manera no podría haber sido, no podría haber sido. Estamos en ese prisma que nos mira, sin importar. Un trío simple: Prisma, ojo, luz. La falta de uno hace la gravedad del otro. No se corren jamás de sus lugares, a veces, uno viene antes que otro, y el terror se muestra, la hoguera se enciende para dividir todas las moléculas. Pululando se desvían y vuelven al prisma. El ojo corrobora, ahora que lo veo, y resplandeciendo de luz se abre paso entre las piernas.

GoNZalO AveNDaño

Gonza o Gonline, es el resultado de un artista en llamas que busca refugio en mares embravecidos, destilados en sales etílicas. Ser en constante des-andar, en autoconstrucción
dinámicamente inconcebible.
Debate sus talentos entre noches perdidas, rústicos amaneceres e inaceptables atardeceres.