miércoles, 10 de junio de 2009

Brancalósofo

Nunca miento, excepto cuando me acerco peligrosamente a la Verdad.
No quiero caer hacia la nada como Icaro.
Ni quiero probar el elixir envenenado de Sócrates.
Mucho menos desdecirme de todo cuanto haya yo hecho cuando transite
por el extremo minuto del final tal Sastre despidiéndose Simone
y dejando a una generación en ascuas.
Buscar al menos una Verdad puede llevarme a perder el resto de las pequeñas y cotidianas verdades relativas. Esas que circulan por mundanas voces que repiten por doquier lo que todos ya sabemos y aceptamos.
Estoy de paso.
Soy un viajero.
Soy el que siempre se fue a ninguna parte.
Desde que llegué no hice más que dudar hasta de mi propia existencia y sin embargo estoy inexorablemente ligado a existir.
Esto es el pasado? Un poco del presente continuo? Un futuro fugaz e imperfecto?
Tal vez un poco de todo.
Preguntas tan complejas no hacen más que revelar la mediocridad extrema a la cual he conducido mis pensamientos más profundos e incluso los más prometedores.
Las respuestas son tan sencillas como calcadas.
A los contundentes NO o Sí, se les intercala TAL VEZ.
Esto es un hecho.
Luego, perdida en un rincón aislado está LA VOLUNTAD o tal vez LA FE, que nunca pudo mover la montaña ya que El Profeta debió moverse para alcanzar la iluminación.
¿Más para qué?
Si en el mundo sólo hay tinieblas y vacío extremo.
Si los ojos están tan ciegos de no mirar que han perdido el apetito.
Letras candentes y tintas punzantes blandiendo frases heroicas y ciertas en cientos de miles de papeles gastados por la erosión del desprecio, han quedados deshechas para siempre porque no hubo un solo hombre que se atreviera a cuidarlas y transmitirlas generosamente.
Sólo sobrevivió la engañosa blasfemia de los dueños de la vida, de los triunfantes por entre los eternos e ignotos derrotados de siempre.
Anónimas almas de millones de cuerpos sepultados en yerma planicie donde no crece sino el espanto y la soledad.
¿Será así?
¿Será que no hay lado equivocado?
No busco comprensión, más busco amparo.
Llueve y hace frío, estoy hambriento y enfermo pero nada duele ni nada urge.
¿Cuánto dura el tiempo del tiempo de espera?
Parece no avanzar. Pero tampoco está detenido.

No hay matices que amortigüen la brusca caída.
Sólo hay que saber impactar y hacer como si nada,
secarse las lágrimas,
acomodar los huesos rotos y quitar alguna de las astillas clavadas en el corazón,
limpiar la nariz brotada de sangre,
subirse el cuello del abrigo
y echarse a andar.